Azul

Cada tarde, cuando llegaba de la universidad, subía corriendo las escaleras que lo guiaban hasta su apartamento. Apenas abría la puerta, su vista, su entusiasmo y sus pasos se dirigían a su habitación. Ahí, entre libros, sueños, miniaturas, composiciones, alegrías, lágrimas y más sueños y proyectos, descansaba el instrumento más armónico del mundo.

Con un cuidado único abría el cierre mientras los rayos del poco sol que quedaba iluminaban poco a poco cada una de las cuatro cuerdas. Terminaba de bajar el cierre, y con su rostro iluminado por su fantástica sonrisa, tomaba su amado chelo, el arco, y se sentaba junto a la ventana a tocar.

Mientras deslizaba el crin por las graves cuerdas, una melodía azul, como sus ojos, era emitida e inundaba todo el lugar.  A esa hora de la tarde la ventana siempre estaba abierta, por lo que la gente que circulaba por la calle, abajo, tenía la compañía de las melodías del violonchelo a cada paso que daban.

Todos los días mientras él tocaba arriba, en su cuarto, una joven de casi su edad pasaba por esa calle. Su casa quedaba unas cuadras más allá y como disfrutaba caminar mucho, escogía el camino largo y pasaba por aquel edificio de cinco pisos que tanto le gustaba.

El viento le susurraba en su dulce rostro mientras iba camino a su casa. Le encantaba ir por ahí a esas horas. Salía de clases, se despedía de sus amigas, y secretamente esperaba que la melodía que alegraba sus días estuviera ahí una ves más, como siempre lo estaba.

Sus pisadas eran sublimes. Cada pequeño paso que daba estaba sobre el crujir y el café de las hojas que caían antes de que ella pasara, para hacerle una alfombra que amortiguara sus pasos. Si que amaba ese recorrido. Una cuadra antes, justo al cruzar la calle, los árboles que traían el azul de las melodías en sus hojas más traviesas, le avisaban que las melodías sí estaban sonando.

Comenzaba a escuchar y su sonrisa se agrandaba. Sus ojos brillaban y se aclaraban tenuemente con los escasos rayos que aún quedaban del sol. Los mismos rayos que, minutos antes, iluminaban cada centímetro del chelo al ser descubierto.

El arco se deslizaba mientras el vibrato se apoderaba de la respiración de las cuerdas. Ella  pisaba hojas y más hojas: crujían. Él cerraba sus ojos tocando, respiraba el azul que reinaba en las moléculas de aire y se perdía en su música. Ella respiraba los acordes, y llegando cerca del edificio, sus labios comenzaban a separarse en cámara lenta. Su nariz aspiraba más aire, y una dulce voz emanaba de todo su ser.

La música seguía y ella improvisaba las letras durante el minuto que a propósito se demoraba en pasar por ese edificio. Letras básicas, dramáticas, felices, sobre naturaleza, sobre gustos, letras con distintos contenidos eran cantadas todos los días por aquella joven de ojos miel, acompañadas por el chico de ojos azules como la melodía que salía de su violonchelo.

La primera vez que él la escuchó, sonrió. Le pareció curioso que un sonido más lindo que el de su instrumento le llamara la atención. Sólo sonrió, porque más allá de unos segundos, esa sutil voz no estuvo en sus pensamientos.

Cuando la escuchó por segunda vez, le pareció aún más curioso. Y detuvo su toque. Pero la voz se detuvo también. Abrió sus brillantes ojos, pasó su mano por su castaño cabello, y suspiró. Nada más le quedó por hacer que suspirar. Al día siguiente, la voz volvió a inundar todo. Él sonrió, y estuvo a punto de dejar de tocar y mirar por la ventana, quién era la dueña de la voz que hacía que sus melodías estuviesen completas. Pero recordó el día anterior: cuando dejó de lado el arco, ella dejó de cantar…

No podía. Simplemente no podía verla. Pasaron las nubes, las lunas, los días, las noches, cayeron hojas de esos árboles, florecieron nuevamente, más rayos de sol iluminaban sus ojos y las cuerdas, y el destello azul de la melodía seguía  bailando y escabulléndose por entre las ramas de esos magníficos árboles, a la vez que se mezclaban con los rayos del sol.

Después de un tiempo, ya no solo era por diversión. Ya no pasaba por ahí porque le gustaba el camino más largo. Ya no pasaba por ahí simplemente porque sí. Desde hacía unos días, pasaba por ese edificio por necesidad. Desde que se levantaba, esperaba ese minuto del día, para pasar caminando mientras su voz y la armonía del chelo eran uno solo. Debía pasar por ahí siempre. Ya se había vuelto una necesidad.

Él no podía dejar de tocar. Rechazaba las invitaciones de sus amigos, de su familia, de todo el mundo, solo por estar ahí tocando. Era una cita implícita la que tenía con aquella voz cada tarde. No podía faltar. Esperaba ese minuto del día más de lo que admitía.

Una tarde cuando la lluvia caía sin remordimiento y azotaba las hojas de los árboles de una forma tan grotesca, que las mismas nubes se reían y se gozaban del sufrimiento de los pobres árboles, ella no llegó. El chelo sonó y sonó, y el azul de la composición se desvaneció con las gotas de la lluvia furiosa que azotaba afuera.

El tocó por horas. Esperó aquella voz más de lo que años después recordaría. Pero no llegó. Terminó de tocar cuando los vecinos entraron a su casa a pedirle que por favor se callara. Que a las tres de la mañana querían dormir, y aunque la música era hermosa, necesitaban sus horas de sueño. El arco, cayó. El chelo calló.

Al día siguiente, no tuvo la fuerza para  tocar. La duda no salía de su mente. ‘’¿Vendrá?’’ , ‘’¿ la escucharé cantar una vez más?’’, se preguntaba una y otra y otra vez. No tocó. Pero no durmió. Se pasó toda la noche en el balcón mirando si ella venía por alguna parte. Pero no sabía cómo era. No sabía que ropa usaba, ni sabía quien era. Lo único que sabía, era que esa voz, era el complemento perfecto para sus composiciones y también para él. La lluvia continuaba. Las nubes no daban tregua y él mantenía la esperanza de volver a escucharla.

Angustiado por  que había pasado más de una semana en la que ella no apareció, se sentó con tristeza en su vieja silla. Tomó su instrumento y comenzó a tocar. Casi había olvidado que tocar era lo que más amaba en el mundo. Pero no: ahí estaba de nuevo tocando y olvidándose de todo. Su cabeza volvía a estar en orden. Todo iba bien… todo iba bien, hasta que el sonido de la lluvia sobre los tejados, no fue capaz de disolver el azul que emanaba de ese violonchelo, ni tampoco fue capaz de opacar la dulce voz que comenzó a cantar.

-          ‘’Esperaba este momento, esperaba estar contigo, esperaba contemplar tu rostro… y abrazarte, y abrazarte’’- cuando el castaño escuchó la voz que al fin volvía a inundar sus oídos, no tuvo otra alternativa que correr hasta el balcón. Y desde ahí la vio. La lluvia la tenía obviamente empapada. Su cabello también era castaño y caía en suaves ondas sobre su frente, sus hombros y su espalda. Traía un vestido sin mangas, con un grueso cinturón que le quedaba perfecto. Al verla, sólo atinó a sonreír, y por inercia sus labios se movieron.

-          ¡No te vayas!...Por favor- suplicó, y al ver que ella asintió, se dio la vuelta y salio corriendo de su apartamento. Ni cuenta se dio de cómo bajo aquellas escaleras y llegó a la puerta. y ahí, como si el tiempo se hubiese detenido pudo contemplarla. A cada paso que daba, más se maravillaba. Ella levantó su cara, la lluvia seguía golpeándola con fuerza. Él salió de la mampara y las gotas lo mojaron en un segundo. Sus ojos eran igual de azules que la melodía que emitía el chelo. Ella se dio cuenta y sonrió. Se miraron unos segundos, buscándose, reconociéndose, alegrándose, queriéndose y sonriendo como niños pequeños.- Tú- dijo finalmente-


-          Tú- respondió ella con la sonrisa más encantadora que él había visto en su corta vida, la lluvia no dejaba su rudeza y las gotas se derramaban por las mejillas de ambos- Te esperé desde-

-          Siempre- interrumpió y terminó él la frase.

Se miraron, sonrieron y acortaron la distancia que los separaba. No había nada más que decir. Se habían encontrado: y se unieron en un abrazo. Un abrazo cálido sin importar el frío y el azote grotesco de la lluvia, quien esa noche fue el único testigo de toda aquella magia azul.















  ♥ Canción!!!  





2 comentarios:

  1. Hola Alimede!!! soy yo Mel, de Fanfic.es!
    esa cancion de Lifehuose me encanta!.... romantica, tierna, preciza.... hermosa.... y se escucha el chelo al fondo.... puedo verlo, puedo ver la historia....

    me ha gustado mucho tu blog, tiene un lindo fondo muy natural (esos rayos wow), buena musica, es muy tranquilo....

    las imagenes de los personajes son mas que perfectas, que lindos los dos.... excelente me ha encantado

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  2. Ali!! esta hermoso
    "Te espere siempre" se lo dire al amor de mi vida cuando aparezca y me enamore hahaha!! ;)
    Esa cancion me gusta, bueno ellos cantan lindo ♥
    me gusta y bajo la lluvia mas ♥o♥
    Te quedo genial =D

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