domingo, febrero 13, 2011

No Love

Hey chicos!! Aqui otro cuento. Aunque la verdad, esto lo escribí con la poca información que me entregaron, y espero haberlo hecho bien. Tristemente, está basado en hechos reales.

No Love


-          ‘’Después de todo este tiempo, nunca pensé que estaríamos aquí. Cuando mi amor por ti era ciego, pero… no pude hacerte verlo. No pude hacerte ver que te amé más de lo que nunca sabrás. Una parte de mi murió, cuando te dejé ir’’.


El cielo estaba perfecto. Las estrellas parecían pintadas delicadamente con uno de los más ligeros pinceles existentes y, a la vez, hecho por el mejor artista del mundo. La luna parecía estar jugando a las escondidas con la tenue nubecilla que la cubría difuminadamente, mientras la carretera continuaba su camino con alguna de sus mortales curvas.

Franco dejó de manejar por unos minutos. Se estacionó en una pequeña orilla, sacó un cigarrillo, lo encendió y procedió a fumarlo, entretanto veía el magnífico espectáculo que la inmensidad escarchada le brindaba. Una brisa ligera hizo que se estremeciera. Sintió los cabellos de su piel erizarse y un escalofrío le estremeció la espalda. Decidió, por lo pronto, que lo mejor sería volver al automóvil, y así lo efectuó.

Retomó su camino y las luces encandiladas de algunos vehículos que iban en la dirección opuesta le propiciaban una pequeña molestia a la vista. Unos cuantos kilómetros más allá cambió el panorama. El cielo se cubrió de gris y unas débiles gotas azotaron su parabrisas. Las gotas de débiles pasaron a fuertes, de fuertes a desgarradoras, de desgarradoras a granizos indómitos y furiosos que no cesaron durante minutos.

La playera negra de Franco comenzó a moverse con agitación. Su corazón daba mil palpitos por hora, parecía una locomotora repleta y abrumada de carbón. Cada pálpito se hacía más y más fuerte. Sentía que en cualquier momento su órgano vital saldría del pecho. Y eso sólo significaba una cosa: algo malo ocurriría. El simpático joven luchaba con su presentimiento mientras mantenía el carro en la vía correcta.

Todo pasó tan rápido: la lluvia no cesaba, los granizos golpeaban queriendo hacerse escuchar, el corazón insistía en salir de su lugar, su visión nublada, y de pronto… ese gran bulto negro que saltó sobre su carrocería dejándose caer metros más atrás…

¿Qué había sido eso? ¿Un cosa, un animal o, peor aún, una persona? Era tanta su sorpresa que quedó perplejo por algunos segundos. Cuando reaccionó y se dio cuenta de que podría en realidad ser una persona, se bajó inmediatamente y corrió a donde estaba el bulto, para poder aclarar la situación. Con paso firme corrió bajo la lluvia, y cuando se acercó, notó, no solo que era una persona, sino que una joven de casi su misma edad y que estaba completamente drogada.

Ella, en un momento de angustia y desesperación, no pensó en tener más solución para su vida que lanzarse a un vehiculo,  ser atropellada y morir en la carretera. Había sido un intento de suicidio.

-          ¿Estás bien?- estúpida pregunta. Era obvio que no estaba bien, pero no se le ocurrió algo más ingenioso que preguntar.
-          Sólo… déjame morir...- Franco no obtuvo más respuesta que esta, y en una voz errante y débil. Estaba claro que la intención de aquella chica era firme. No quería seguir con vida.
-          No lo creo, querida. Ven conmigo- el pelinegro tomó en sus brazos a esa débil criatura y la subió a su vehiculo. Llamó a la policía para reportar lo ocurrido y cambió su rumbo hasta el hospital más cercano.

Por desgracia para la joven, los daños no fueron muchos. Un brazo le sangraba y no había muchas heridas en su cuerpo.
Todo el camino Franco trató de mantenerla despierta, hablándole. Le dijo mil y una cosas que le pudieran subir el ánimo y recapacitar sobre su decisión, pero la joven no respondía.

Llegaron al hospital, y él esperó hasta que la terminaran de atender. Llegó la policía, y dio su declaración. Ellos le contaron que no era la primera vez que la joven intentaba suicidarse. Aleina, que ese era su nombre, se crió huérfana, no tenía más familia, y por circunstancias de la vida, terminó de mal en peor. Las malas amistades que hizo en la calle, la llevaron de a poco a sumirse en la drogadicción. Y de un tiempo a esta parte, había intentado acabar con su vida unas cinco veces, todas ellas sin éxito. Ya nadie creía que podía tener algún remedio. La gente del pueblo, sencillamente, esperaba su muerte.

Franco se horrorizó al escuchar las palabras del policía. No creyó que una joven de su edad estuviera en tal malas condiciones, y como ella no tenía un lugar a donde ir, quiso hacerse responsable.

Esa noche salieron del hospital: ella con yeso en su brazo y una mirada profundamente perdida y vacía. Él, con una nueva responsabilidad que gustoso quiso tomar.

La llevó a su casa, preparó una habitación para ella y la instaló para que viviera junto a él. Al  día siguiente, la llevó a un programa de rehabilitación, y así todo fue mejorando.

Al pasar los meses, Aleina parecía nueva. La rehabilitación le estaba cambiado la vida, pero más que nada, Franco. Se enamoró perdidamente de él. Su cabello negro que brillaba a todas horas. Sus ojos cafés que la miraban con ternura. Su voz tan particular y masculina, su forma de ser, la preocupación; el que siendo un extraño, se haya preocupado y ayudado. Todo de él le gustaba. Y ella no era la única enamorada.

Franco se desvivía por Aleina. Su vida cambió drásticamente cuando llevó a esa chica indefensa a su hogar. Él, también sin familia, encontró en ella todo lo que alguna vez buscó. Sabía que con un poco de ayuda ella mejoraría, y así sus vidas tendrían algún sentido. Agradecía que se dieran las circunstancias propicias para conocerla. La amaba tanto…

Al tiempo, la chica mejoró en su totalidad. O eso era lo que todos creían. Comenzó a estudiar, tenía nuevos amigos, su vida estaba completamente renovada, y hasta tenían planes de boda.

Franco, que a veces la encontraba mirando a la nada, sumergida por completo en sus pensamientos, se preocupaba. Cuando ocurría, le recordaba lo importante que ella era para él y para todos quienes la querían. Después de sus milagrosas palabras ella sonreía de nuevo, y él se tranquilizaba.

Una mañana lluviosa, cuado parecía que las nubes estaban tan tristes que no podían hacer otra cosa que llorar, ella no quiso ir a clases. Franco se despidió de ella y se marchó a su trabajo. No se preocupó, ya que Aleina fingió tener dolor de cabeza y malestar estomacal. Como estaban de aniversario, prometió llegar temprano y con una agradable sorpresa, que ella aceptó gustosa.

La chica se dio unas cuantas vueltas en su cama, meditó unos minutos, y luego unas delicadas gotas estallaron de sus ojos. Se levantó, se duchó, dejó la casa impecable y se vistió con su ropa más linda. Escribió una carta que dejó sobre la cama de Franco, y se marchó cerrando la puerta.

Caminó una calle tras otra, un paso a la vez. Iba con la mano extendida tocando cada árbol que en el camino vivía. No le importó mojarse, miraba el cielo con nostalgia mientras las lágrimas seguían brotando de sus ojos como si nunca fuesen a acabarse. Las gotas de lluvia seguían cayendo precipitadamente sobre su cabello, y bajaban y se confundían con las gotas que brotaban de ella. El pensamiento que se adueñó de su mente, fue en lo feliz que sería Franco sin ella.

Llegó hasta un edificio muy alto y rechazó tomar el ascensor. Subió tranquilamente las más de cuarenta escaleras…

Franco llegó a su casa con un regalo gigante, pero grande fue su sorpresa al encontrar su hogar vacío y una nota encima de su cama. La tomó y no creyó lo que sus tiernos ojos leían.

Aleina nunca se mejoró por completo. Salió de la drogadicción, pero la gran depresión que tenía sobre sí, no la dejó libre. Sentía que era una carga para Franco, y lo quería tanto, que no podía seguir permitiéndose arruinarle la vida.
La carta decía que lo amaba y que no esperaba su perdón. Lo único que quería era ser olvidada. Quería que nadie la recordara porque, según ella, no era digna de ocupar un espacio en la mente ni en la vida de las personas… no valía la pena que alguien pensara siquiera en ella. No creía que valiera tanto.

El muchacho quedó perplejo. Salió a la calle y la lluvia no cesaba. Era más intensa. Tan intensa como la noche en que la conoció. Recibió una llamada en su celular y ya sabía a dónde tenía que ir.

Franco no lo superaría nunca. Sería imposible, ya que se culpaba de no haber sospechado algo. Si hubiese puesto atención a los signos, quizás la ayuda habría llegado en el momento justo, pero no. Una gran parte de él murió cuando ella se fue. Lo peor, era que Aleina no quería ser salvada. Nunca lo quiso y nunca entendió que sí era importante para alguien, pero que sobre todo, ese alguien la amaba como nunca amó ni amaría a otra persona.

En el día se su funeral, sólo las últimas palabras que Franco pronunció, con tanto dolor y pasión, mientras depositaba una rosa negra en el ataúd, quedaron en la memoria de todos:

-          ‘’Después de todo este tiempo, nunca pensé que estaríamos aquí. Cuando mi amor por ti era ciego, pero… no pude hacerte verlo. No pude hacerte ver que te amé más de lo que nunca sabrás. Una parte de mi murió, cuando te dejé ir’’.






1 comentario:

  1. Sabes lo que opino de esta TwT me encantoooo, aunque le pegue a mi corazon (si tengo corazon xD aunque Jean diga que no ¬_¬ )que mas prueba que el poema de la historia

    Ali, tranquila que no sere poeta
    en mi agenda el viaje en moto, ya esta escrito :D

    PD: aunque todavi no tengo agenda xD

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